Por Luis Eduardo Martínez Hidalgo
Leo de un tirón “The Room Where It Happened”, el último libro de John Bolton. Mal redactado, fastidioso, con información que muchos califican de falsa incluida la del capítulo sobre Venezuela que abunda en chismorreos sin posibilidad de verificación. Ya me había pasado antes con el autor. De “Surrender is not an Option”, publicado tiempo atrás lo único que me pareció bueno fue el título: “Rendirse no es una opción”.
Sabía que trataba un tema polémico pero no esperé que mis dos últimas columnas “Respira y Vota” y “La única alternativa es Votar” alcanzaran a tantos y provocaran infinidad de comentarios. Han sido muchos los mensajes que he recibido, la mayoría y no tengo porque mentir, compartiendo mi posición. De lo que más me sorprendió fueron las llamadas y hasta notas de voz –que pudiera guardar pero no lo hago- de buenos amigos y amigas, dirigentes partidistas, que públicamente llaman o se alinean con la abstención pero que privadamente me expresaron que efectivamente lo racional es participar en cualquier proceso electoral que se convoque en Venezuela. La argumentación de los inclinados a no votar es tan insostenible que al final casi siempre aceptaron mis planteamientos.
¿Qué el CNE fue designado por el TSJ? Es cierto pero también lo es que por 4 ocasiones consecutivas en 20 años los Rectores del CNE han sido designados por el TSJ incluido los últimos que reconocieron y proclamaron a 110 diputados opositores en Diciembre de 2015, a 5 gobernadores en el 2017 –son 5 porque Guanipa fue electo en el Zulia y recibió su credencial, que no se juramentó es otra historia- y a unos cuantos Alcaldes, meses luego, porque haciéndose los pendejos, a pesar del llamado a no participar, grupos de oposición postularon candidatos en municipios que eran plazas seguras. ¿No? Por favor veamos el este caraqueño o Urbaneja en Anzoátegui.
¿Qué no hay condiciones ni garantías? Nadie lo discute. Es obvio que no las hay pero aun así es una locura no aprovechar el proceso –que es más que el acto de votación- para reconectarse con la gente, desnudar al culpable de sus desgracias, organizarse, capacitar y agitar, movilizarse desde pocos hasta muchos, avivar la esperanza, insuflar otra vez el espíritu de lucha, recobrar la unidad a la par que se estructura un poderoso aparato electoral que centrado en las mesas de votación –en cada mesa buenos y comprometidos testigos- defienda a rabiar la voluntad de los venezolanos que se expresen en las urnas. Por cierto: ¿la candidatura simbólica de Gallegos en 1941, impulsada por los padres fundadores de la democracia venezolana, no enfrentó mayores adversidades permitiendo en palabras de sus proponentes “proyectar, hacia un mañana inmediato, el vasto movimiento de opinión creado en torno de ella, encauzándolo, disciplinándolo y estabilizándolo, para bien de la República”?
¿Qué hay 5 millones de electores fuera? Si pero es irrelevante para procesos parlamentarios, regionales y locales, porque los que se encuentran en el extranjero nunca han votado en comicios de esa naturaleza.
¿Qué para ir a elecciones es obligante primero las presidenciales, liberar a los presos políticos, garantizar el acceso a los medios, levantar las inhabilitaciones, permitir el regreso de los exiliados, re-designar el CNE por la AN, quitar los puntos rojos, sacar las FANB de la Operación República y una larga lista más? Es lo que queremos e ideal pero no realista. Sin musculo suficiente y sin presión interna no pareciera que el oficialismo tenga porque ceder a tal petitorio y aunque los aliados internacionales pongan de su parte ya deberíamos saber que desde afuera no resolverán nuestro drama: “El muro de Berlín lo tumbaron los alemanes” escribió alguien hace poco.
¿Qué a las dictaduras no se les derrota con votos? Los chilenos contra Pinochet, la Chamorro versus los sandinistas, Wałęsa y el pueblo polaco frente a militares y comunistas, son demostración reciente de dictaduras que terminaron a fuerza de votos.
¿Qué ya se tomó y anunció la decisión de no participar? Verdaderos líderes no pueden temer rectificar y si hay algo que deben poseer es capacidad de comunicar. Un líder tiene que estar preparado para adaptarse a todo tipo de circunstancias y si es el caso a cambiar de estrategia sin dudar. A la par con sinceridad, transparencia, empatía, comunicar y convencer a un pueblo que tiene suficiente capacidad de discernir. A propósito en “Venezuela Política y Petróleo” de Rómulo Betancourt, página 671, leemos que en las elecciones constituyentes de 1952, en tiranía, con AD y el PCV ilegalizados, decenas de dirigentes presos o en el exilio, fresca todavía la sangre de Ruiz Pineda sobre una calle de San Agustín, lo siguiente: “Acción Democrática, modificando rápidamente su actitud abstencionista inicial ante los cambios operados en la situación política del país, había votado por los partidos de la oposición legalizada”. Y no está de más recordar cuantos fueron los lamentos por no participar en las parlamentarias del 2005, lo que permitió al chavismo montar sin barreras toda una arquitectura legal que ahora nos ahoga.
A mis interlocutores virtuales y unos pocos presenciales termino preguntándoles: “Está bien, no votemos pero entonces ¿qué hacemos? ¿cuál es la estrategia, tácticas, acciones que nos permitirán evitar que la gran mayoría continúe hundiéndose en la miseria?”. Nadie me ha dado una respuesta, nadie ni siquiera los más encumbrados han sido capaces de explicarme cual es la ruta a seguir –y el mantra que me sé de memoria no es una ruta-. Entonces que queda en los meses venideros: ¿recluirnos en casa mandando mensajes hasta que se terminen los megas?
Puede que yo sea el equivocado pero para mí no participar, aun en las peores condiciones, es rendirse y “Rendirse no es una opción”.