Cuídate, por Carlos Raúl Hernández

Esas son desgracias que las sociedades propician, por poner su confianza en manos de politiqueros. Los aspirantes a líderes deben esmerarse en el cuidado de sus dirigidos…

Para Angel Rangel, quién me acercó al tema

El Covit-19 convirtió la palabra ¡cuídate! en sustituto de saludos y despedidas. Pensar que personas queridas corren riesgos o están el peligro –cosas diferentes- la convierte en deseo salido de lo más recóndito, del órgano de la fuerza vital para los griegos, el corazón. Dice el fundador de la sociología del riesgo, Ulrich Beck: riesgo asumen los que dirigen y peligro corren los dirigidos. El chofer irresponsable que al frente de un autobús con sesenta personas pasa otro vehículo en curva, toma un riesgo consciente (aunque sea un “inconsciente”) y pone en peligro vidas que dependen de él.

Quien sale sin mascarilla se arriesga, y sus familiares y paseantes, peligran. Si desde La Bauhaus y el diseño industrial, se construye conforme patrones estéticos, la sociología del riesgo empapa la vida moderna y nada se hace sin agotar el estudio de los peligros para los usuarios, la población en general, y prever los elementos para su cuidado, su cura.

De allí términos técnicos popularizados por el uso: contingencia, plan B, siniestralidad, vías de evacuación, resiliencia, control de daños, riesgo residual. El estudio del riesgo político, ayuda a evaluar a los que aspiran liderazgo, y es de mucha utilidad en era de populismo, antipolítica, neopolítica y sus hijas legítimas, post verdad, fake news, xenofobia, antiglobalización, corrección-política, diferencialismo.

La tontería arrastra incluso a importantes creadores de opinión con el perogrullazo de que la sociedad “no estaba preparada para la pandemia”. No estaba ni nunca podrá estarlo para una contingencia que obligaría a que cada país mantuviera millares de salas de terapia intensiva y respiradores ociosos con costos impagables, por si acaso.

El irresponsable en acción

Pero la sociedad enfrentó el reto, pese a mermados mentales, ideólogos e irresponsables en el poder, otra contingencia imprevisible. Tan mal los socialistas españoles como los conservadores británicos. Uno que se burla del confinamiento contra la pandemia. Otro convoca a las calles para pedir un golpe de Estado contra el Congreso y la judicatura. Un tercero llama a la población desarmada a una insurrección o un golpe de Estado y pide sanciones económicas para su país.

Esas son desgracias que las sociedades propician, por poner su confianza en manos de politiqueros. Los aspirantes a líderes deben esmerarse en el cuidado de sus dirigidos. En la mitología romana cuando Júpiter creó al hombre, hubo una importante polémica entre los dioses. Como lo hizo de arcilla, Tellus (la diosa tierra) lo reclamó para ella. Pero Júpiter, quien lo creó por su voluntad y le otorgó el alma, defendió su derecho.

Finalmente acordaron que, al morir, el cuerpo volvería al barro y el alma a su creador. Pero irrumpe Cura (el cuidado, la prudencia) y aclara que aceptaba el acuerdo, pero si querían que la criatura sobreviviera, debía estar bajo su mando en el mundo. Después, podrían tomarla Júpiter y Tellus. El clásico del siglo XX, El Padrino (Coppola-Puzo:1972), retomado en cuarentena, pone las categorías en movimiento y corrobora que el poder triunfante conjuga voluntad y cura.

Don Corleone no apoya el tráfico de drogas en Nueva York, contra otros jefes de la mafia, una decisión racional de alto riesgo. El argumento es contundente: perderían así el respaldo o la indiferencia de policías, políticos, jueces y eclesiásticos que no se metían con apuestas, casinos, venta de alcohol o incluso trata de mujeres, pero que si combatirían el narcotráfico.

Acción y reacción

La reacción es el atentado contra Don Corleone y el asesinato de Luca Brasi, uno de sus hombres de confianza. Los gánsters del agonizante Don Vito no saben qué hacer y se acobardan, pero Michael Corleone (Al Pacino) entiende que el dilema no es entre guerra y paz, sino entre ganar la guerra o desaparecer. O se imponían, o se extinguían los Corleone. Tuvo razón frente al desconcierto de la familia y eso lo convirtió en el nuevo Padrino.

La prudencia sin voluntad para luchar conduce al fracaso, la rendición, tal vez Tom Hagen (Robert Duvall), il conciglieri, en un momento de la obra. La prudencia vacía, sin voluntad, que renuncia al objetivo, pierde todo, deja que otros nos arrastren a lo que no deseamos, por no actuar. Sacrificamos fines esenciales para nuestra realización. Igual fracaso es la acción sin prudencia ni cuidado. Sin cura.

Sony (James Caan) el primogénito y heredero del poder Corleone, por su desbarajuste y falta de cuidado, deja indefenso a su padre herido en un hospital, incurre en el ridículo en reuniones serias de los capos y se hace matar en una reacción de violencia irresponsable por un incidente doméstico. Michael, por el contrario, encarna con su padre la voluntad con cura, la capacidad para obtener los objetivos de la manera eficaz y eficiente, al menor costo.

Toma decisiones de alto peligro para sí mismo, como ponerse en manos del gánster Sollozzo y del narcotraficante jefe de la policía, para liquidarlos con sus manos en una cena. Este episodio es esencial para ver cómo el cuidado no consiste en eludir acciones difíciles sino hacerlas bien. Todo paso implica riesgos y quien no los da, no vive. Según Pascal los problemas nacen de que la gente no se queda quieta en su hogar.

@CarlosRaulHer